Por alguna extraña razón, en educación no es así. Y no porque no existan conocimientos especializados.
Sin embargo, sobre educación todo el mundo opina. Y con una sencillez y una simplicidad que asusta. Pero muy pocos saben cómo definir de manera más o menos operativa y útil aquello que quieren: educación de calidad.
¿Pero alguien del coro tiene la menor idea acerca de cómo se hace eso? ¿Alguien del coro realmente sabe si es eso lo que hace falta?, y yendo un poco más allá, ¿saben si eso que quieren es posible?
En Chile, la agenda sobre los problemas educativos esta copada por el sentido común, que como todo científico sabrá, está lleno de clichés, de presunciones de aficionado, de expresiones de deseo, de creencias y de afirmaciones ideológicas sin mayores fundamentos.
Porque en Chile, este asunto como muchos otros, esta politizado. Y en este tema, como en muchos otros, los que de verdad saben del tema no quieren politizarse.
Porque los que de verdad están ocupados resolviéndolo, en terreno, o investigando, o no pueden decir todo lo que saben en los dos minutos y medio que los medios, los economistas, los políticos y el público en general le dedican al increíblemente complejo tema de mejorar la educación en las casi diez mil escuelas, y los casi 2000 liceos de todo el país.
Así que quizás, antes de correr a tomar decisiones de política educativa que garanticen esto o aseguren aquello, antes de poner en la picota al culpable de turno, o de acusar con el dedo a quien esté involucrado, quizás sería mejor realizar un serio intento por enriquecer la cultura educativa del país.
No con la ambición de que todo el mundo sepa de educación a la hora de hablar de ella.
Tan solo con la humilde pero sabia aspiración de que todo el mundo sepa lo que no sabe, al hablar de educación.
Tal vez, a partir de ahí podremos escuchar a los que sí saben, para que cada uno haga mejor aquello para lo que esté preparado.
¿Le parece?