lunes, 25 de junio de 2007

Populismo Pedagógico

Hace algún tiempo, un colega que recién había asumido la dirección de un colegio, nos contaba, atribulado, lo mucho que le estaba costando despedir a una antigua profesora de de Primero de Básica. Nos decía que tenía a todo el mundo en contra: los padres, que la querían mucho; los niños, que la seguían a todas partes como a un líder. Pero aún así, él estaba convencido de que había que despedirla y lo iba a hacer.

Cuando le preguntamos por qué, nos dijo que la profesora era una populista pedagógica.

A todos nos intrigó el concepto y le pedimos que lo explicara. Él nos dijo que la escuela de la que se había hecho cargo -de propiedad del grupo de padres- venía de un período de gran inestabilidad, y que habían pasado muchas personas por los cargos directivos.

Después de un tiempo de responder a las cambiantes y fugaces exigencias de tantos jefes, esta profesora, al parecer, trató de asegurar su permanencia en el cargo de otra manera.

Lentamente, en lugar de confrontar a los padres respecto de los problemas de sus hijos, pidiéndoles colaboración y responsabilidad, empezó a tomar nota de las características personales de cada padre y cada niño, y a decir lo que los padres, de manera subliminal y emotivamente demandante, imploraban se les dijera: Que las cosas no eran tan graves, que los niños no eran tan malos, que se despreocuparan y dejaran que la escuela hiciera su parte.

A los niños, por su lado, los encerró en el salón de clase, y con una mezcla de autoritarismo gritón, recompensas conductuales inmediatistas y cariño maternal, los empezó a controlar y a manejar a base de actividades cortas, repetitivas, de logro fácil , de ejecución silenciosa.

Los niños, claro, respondían. Y aprendían a rellenar cuadros, seguir instrucciones sencillas, trazar palotes, reconocer letras, y recitar palabras. O sea, se alfabetizaban. A cada niño le graduaba el esfuerzo según su capacidad.

Los cuadernos llegaban llenos de trabajos y de felicitaciones y los padres estaban contentos. Pero las sospechas surgieron a partir de las quejas de la colega de Segundo, más joven, más volcada a la obtención de sentido, al desarrollo de habilidades y capacidades de alto nivel, a la que le resultaba literalmente imposible organizar actividades de aprendizaje más autónomo, más pensante, más dialogante, con los ex niños de Primero, sin que estos se desbandaran y demostraran absoluta incapacidad de autocontrol, de trabajo en equipo, y de razonamiento lógico independiente.

Los niños sólo respondían bien, mirando ansiosamente a la profesora, cuando la respuesta correcta estaba implícita en la misma pregunta, o cuando la cara de la profesora se iluminaba sutilmente al enunciar la respuesta correcta entre las opciones. O cuando era más asunto de mover músculos que de pensar.

Los alumnos parecían estar entrenados, más que educados. Y en ausencia del entrenador, los alumnos perdían todas sus capacidades.

Porque ella - nos decía el colega que quería despedirla- parece funcionar, pero les hace más daño que favor a los niños. Todos la quieren, pero por las razones equivocadas.

Interesante historia, ¿verdad?

¿Alguna vez vio algo parecido a esto en la escuela de su hijo?

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